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Jueves, 17 de Julio de 2025
El ultrafondista valenciano acaba segundo en la que está considerada la carrera más dura del mundo gracias a su adaptación al calor infernal del desierto y su capacidad de sufrimiento extremo

34 litros de agua y 22 sandwiches de miel, así sobrevivió Iván Penalba a los 217 kms a 56 grados de la Badwater 135: "El dolor es algo que necesito"

El mejor ultrafondista español domó la carrera más dura del mundo gracias a su buena adpatación al calor extremo.

La Badwater 135, una carrera de ultrafondo de 217 kilómetros, es indiscutiblemente la carrera más dura del mundo. El recorrido es muy exigente pero lo es aún más el clima en el que se compite, ya que se llegan a sufrir temperaturas de hasta 56 grados.

 

 

La extrema prueba deportiva comienza a 85 metros bajo el nivel del mar y termina en el Monte Whitney. En total, su selecto grupo de solo 200 corredores elegidos en base a sus méritos asciende un total de 4.450 metros con temperaturas que en el asfalto llegan a superar los 80 grados. El récord masculino lo tiene Yoshihiko Ishikawa con 21 horas y 33 minutos. El español Iván Penalba ha brillado en la última edición celebrada hace unos días al quedarse a sólo a media hora de la mejor marca de la historia de la competición en su cuarta participación. De hecho, ya acumula tres podios.

 

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Iván Penalba es valenciano, está acostumbrado a entrenar con mucho calor y mucha humedad, y no le genera ningún temor competir en circunstancias de altas temperaturas: “Me gusta mucho el calor, conocer mis límites. Si fuera el frío, ya sería más complicado”.

 

 

"Es masoquismo pero el cuerpo me lo pide"

 

 

Para esta carrera se preparó corriendo en saunas y parece que el método ha funcionado. Solo le superó el noruego Simen Holvik, que hizo 20 minutos menos. Al ultrafondista valenciano el impacto en el cuerpo de condiciones tan duras le generó felicidad: “El dolor es un hábito de vida, más allá de la competición, es algo que necesitas. Es cierto masoquismo, pero porque tu cuerpo y tu mente te lo piden, se han adaptado a eso. He tenido la suerte de descubrir esa pasión, viajar a estos sitios y ver que la gente tiene este mismo sentimiento”.

 

 


Iván Penalba descubrió esta carrera hace cuatro años y se ha enamorado perdidamente de ella: “Es la carrera de mis sueños, lo más duro que se puede hacer. Si no tuviese mis raíces, mi familia, mis amigos, aquí sería el hombre más feliz del mundo".

 

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Hace cuatro años decidió que quería participar en la carrera más dura del mundo. Tecleó ese concepto en Google y no había duda que era la Badwater 135. Se postuló pero no consiguió dorsal en 2021 pero no cejó en su empeño: “En 2022 volví a lanzar el formulario, sin esperanzas, pero me dijeron que sí y me puse manos a la obra".

 

 


Se puso en contacto con Joaquín Candel, uno de los primeros españoles en correrla, en 2015: “Con todo lo que me contó, me encandiló. Eso sí, aunque te lo expliquen, hasta que no estés aquí no puedes sentirlo. El aire es como fuego. Hay una cima a 4.421 metros en los que los últimos kilómetros son literalmente una pared después de haber estado veintipico horas abrasándote. ¿Cómo subo yo esto ahora? y luego una bajada de 16 kilómetros con los cuádriceps ardiendo".

 

 

"Más que pelearnos contra el calor, lo que buscamos es no llegar a él"

 


Saber qué comer y beber y cuándo hacerlo es la clave en esta carrera: "Como un gel y un sándwich de miel por hora, lo justo, pues el estómago no es amable a esas temperaturas. Bebo un litro y medio por hora, más los incontables litros para refrigerarme. El equipo te ducha, literalmente. Más que pelearnos contra el calor, lo que buscamos es no llegar a él, estar constantemente empapado con agua fría de cintura para arriba. Y el protocolo tiene que repetirse cada cuatro o cinco minutos porque estás seco otra vez".
Reconoce que pocos entenderán que sienta placer en estas condiciones extremas: “Si te paras, te secas; aquí no hay sombras para refugiarte. Pienso mucho en por qué lo estoy haciendo, son sufrimientos que elegimos. Me gusta este calor y encima lo hago por una causa solidaria. Eso es muy importante. Me mantiene motivado y feliz".

 

 

“No se trata de arrastrarme, sino de hacer las cosas bien para llegar a meta con una sonrisa. Hay que hacer las cosas muy bien porque aquí las pájaras son a lo grande, pero se sufra lo que se sufra lo tengo claro: volveré el año que viene".

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