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Lunes, 05 de Mayo de 2025
Pablo Ibáñez vuelve un año después a la carrera que perdió en los últimos metros tras ser superado por el francés Antoine Guillon debido a una tremenda 'pájara' a causa de una una rabdomiólisis severa que es una enfermedad provocada por esfuerzos extremos

De perder al sprint el ultratrail de Menorca y acabar en la UCI a ganarlo con dos horas de diferencia: "Mi cuerpo empezó a comerse mis músculos en carrera, acabé vació, mareado y desorientado"

El corredor vasco acabó hace un año en un hospital tras llevar a su cuerpo al límite en el Ultratrail de Menorca.

Pablo Ibáñez se llevó de calle el pasado fin de semana el Ultrarail de Menorca Cami de Cavalls con 185 kilómetros y 3.500 metros de desnivel acumulado. El corredor de montaña vasco marcó un tiempo récord de 18 horas, 45 minutos y 23 segundos y le endosó al segundo clasificado casi dos horas de diferencia.

 

 


Esta victoria cómoda y con una autoridad aplastante contrasta con lo que vivió hace un año, cuando fue superado a solo 20 metros de la meta por el francés Antoine Guillon, un veterano corredor que aprovechó una tremenda pájara del corredor vasco en los últimos kilómetros que le hizo perder una renta casi media hora que parecía anticipar una victoria clara.

 

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Tras cruzar la meta completamente exhausto y decepcionado al no haber sido capaz de aguantar en los últimos metros su ventaja, Pablo Ibáñez fue trasladado a la UCI de un hospital de la isla balear con un grave problema de salud que fue la causa de su bajón radical de rendimiento en la parte final de la carrera.

 

 

En este tipo de pruebas, la deshidratación a veces obliga a una visita a urgencias que se suele resolver con suero, pero esta vez fue distinto. El corredor vasco de 33 años sufrió una rabdomiólisis severa, una dolencia que en el argot médico se suele acompañar de otro apellido más claro: rabdomiólisis dolorosa.

 

 

"En las últimas seis horas no pude ni comer ni beber"

 


"Durante la carrera se me cerró el estómago y en las últimas seis horas no pude ni comer ni beber. A la meta llegué en un punto de vacío absoluto, desorientado, mareado, y en el hospital me diagnosticaron rabdomiólisis. Según me explicaron, mi cuerpo empezó a comerse mis músculos y esas células musculares acabaron en mi sangre. El dolor al tacto era increíble, me dolía el contacto con la cama. Y mi orina se volvió negra. Me tuvieron que dar morfina», recuerda Ibáñez, que luego estuvo pagando las consecuencias durante semanas.

 

 

Esa derrota inspirada le hizo aprender una gran lección de cara al futuro: "Me faltó experiencia, pero también información. Todo el mundo pensaba que tenía mucha ventaja y no me daban información de qué pasaba detrás para no preocuparme. Me relajé y cuando quise volver a arrancar ya estaba muerto. Entrando a Ciutadella, un cámara me dijo: 'Está en la rotonda'. Y yo justo había pasado por allí. Si me hubieran ido diciendo, lo podría haber gestionado de otra manera".

 

 

Además, le hizo analizar lo que había sucedido para que no volviera a vivir un episodio de salud tan dramático: "Fue muy duro. Al mes siguiente, estaba en Madrid por un viaje de trabajo, tenía un poco de tiempo libre, intenté volver a salir a correr y me asusté porque no sabía. Me había olvidado. Me acercaba a un bordillo y no levantaba la pierna. Lo consulté con un médico y me confirmó que la enfermedad provoca ciertos problemas neuronales. Me dio mucho miedo. Tardé tiempo en volver a correr con normalidad".

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