El recuerdo de 2011 tiene que recordar a este madrileño que se pagó el viaje a Bulgaria para traerse una medalla para España
Marcos Mendiola, una plata mundial en biatlón moderno de un triatleta ejemplar
Comenzó a nadar a los 4 años, deporte que armonizó con
todos los que practicaban el resto de chicos y chicas de su edad, como el
fútbol, el baloncesto… Pero él tenía claro que era un nadador, y pronto empezó
su andadura en el Canoe, club en el que estuvo hasta los 13 años, cuando se fue
al Martins de Moratalaz, donde conoció a fondo el mundo del atletismo, ya que
allí entrenaba el club Larios. Eso le hizo engancharse al atletismo, y no
fueron pocas las ocasiones en las que practicaba ambas disciplinas. La suma de
la pasión por los dos deportes le hizo, años más tarde, embarcarse en la
aventura que, a sus casi 35 primaveras, le ha llevado a coronarse como el
segundo mejor biatleta moderno del mundo en la prueba celebrada en el mes de
octubre en Sofía (Bulgaria). Se trata de Marcos Mendiola, y
vive en San Fernando de Henares (Madrid).
El biatlón moderno es una
disciplina que combina la natación y el atletismo, en una secuencia de de tres
fases: un kilómetro y medio corriendo, seguido de una carrera a nado de entre
300 y 400 metros y de una última carrera a pie de otro kilómetro y medio. En
definitiva, se trata de un deporte muy ex-
![[Img #4647]](http://diariodeltriatlon.es/upload/img/periodico/img_4647.jpg)
plosivo, que requiere del biatleta una
gran capacidad física combinada con el aguante necesario para no medir mal los
esfuerzos en unas pruebas de unos 12 o 13 minutos en las que la medición
equivocada de las propias fuerzas es el inicio del fracaso. La dureza de la
prueba es evidente: “Es un cambio muy brusco, porque pasas de tener toda la sangre en
los brazos para pasarla a las piernas, y las primeras veces no te reaccionan
bien”.
Aunque parezca extraño, Mendiola se dejó
seducir en primer lugar por el triatlón, deporte en el que sigue compitiendo
actualmente, entre prueba y prueba de biatlón: “Empecé a despuntar y tras hacer tres o cuatro pruebas me llamaron
del Centro de Alto Rendimiento, donde entrenaba la selección española de
triatlón”. Pero después de 5 años de un gran esfuerzo físico
–practicaba natación, atletismo y bicicleta a la vez que trabajaba-, Mendiola
decidió que debía tomarse un respiro: “Me dediqué a hacer una vida laboral, pero compaginando el triatlón
como hobby. Pasé más tiempo con la familia, tuve vida social y eso lo combiné
con el deporte”. A partir de ese momento, se centró en seleccionar
determinadas carreras –empezó con el triatlón y después se sumó también al
biatlón- en las que competir, y la fórmula no le falló: “De momento no me va mal”. Actualmente, se siente mucho
más cómodo, ha alcanzado la madurez deportiva y ha apr
endido a disfrutar de su
hobby y a sentirse como cuando tenía 20 años. De hecho, en la plenitud de su
carrera ha sido cuando ha conseguido un segundo puesto en un mundial de
biatlón, un hito para hombre con sus condicionantes.
La experiencia ha sido gratificante porque no
pensaba que estaba tan bien como realmente creía: “Había sufrido una caída en el mes de agosto haciendo un triatlón y
me hice daño en el coxis”. Eso le hizo perder una valiosa semana de
entrenamiento y consiguió hacerle dudar sobre sus opciones. Además, la forma de
entrar en el mundial, casi de rebote –la Federación española no pensaba llevar
ningún representante a Sofía y aceptó la propuesta de Mendiola, que no se había
clasificado entre los dos primeros del Campeonato de España, requisito en
teoría imprescindible-, añadió un punto de hazaña y de épica su participación,
que tuvo que sufragarse de su propio bolsillo, algo que le costó unos 800
euros. Pero las sensaciones fueron buenas desde el inicio de la prueba.
Se encontró bien al salir, creció durante la
prueba y tras subir del quinto al segundo puesto en la fase de natación, no se
dejó adelantar hasta el final de la prueba: “Crucé la línea de meta satisfecho porque lo había dado todo, y un
deportista, cuando sabe que lo ha dado todo, es cuando más contento está”.
De esta forma, se hizo con la única medalla que le faltaba -ya la había
conseguido en todos los grandes campeonatos regionales, españoles y europeo,
aunque en el Mundial su mejor posición hasta el momento había sido la quinta- y
se cobró de un plumazo todos los sufrimientos de una vida sacrificada y con una
dedicación casi romántica al deporte.
Vivir constantemente en la dualidad
deporte-trabajo le ha enseñado a optimizar el tiempo que dedica a sus
entrenamientos y a no saturarse en la preparación física. Parece fácil, pero no
lo es: “Hacer esto es muy complicado, porque la fase que es más
importante, la del descanso, te la pasas trabajando”, afirma
Mendiola. En su caso, el apoyo de la familia fue fundamental para seguir
adelante: “Mi familia y mi mujer me comprenden y me apoyan a tope, y eso es
muy importante porque si no, es imposible”. Otro aspecto es el
económico, en el cual ha salido perdiendo a lo largo de los años, aunque
arañando becas, ayudas y premios por carreras se siente un privilegiado y
piensa que en su caso, “está lo comido por lo servido”. De hecho, el segundo
puesto obtenido en Sofía le permitirá recuperar el dinero gastado para acudir
al Mundial. No obstante, todos los hándicap con los que cuenta a la hora de disfrutar
de su hobby no le hacen perder la humildad: “Cada uno elige su vida y yo he querido hacer esto. Para mí, lo más
bonit
o de todo esto es la admiración de mi familia y de mi gente”.
La primera Copa del Mundo de Triatlón, que
disputó en 2001 en Sevilla y en la que se le olvidaron las zapatillas
especiales para la bicicleta –acabó comprando unas horas antes de su
participación en una gran superficie- quedan ya lejos, pero nunca en el olvido:
“Recuerdo esas cosas con cariño, como algo increíble”.
Son las anécdotas de un deporte, que con todo el mundo que le rodea, atrajo a
Mendiola a una espiral de amor y trabajo de la que no ha podido salir.
El próximo Mundial de Biatlón,
que se celebrará, casi con toda seguridad, en Alejandría (Egipto) está a casi
un año de distancia, y Mendiola, que si bien no lo borra de su mente, concentra
en la actualidad todos sus esfuerzos en entrenar para disputar la San Silvestre
vallecana y una media maratón en Miami a finales de enero. El año 2012, en un
nuevo equipo, le servirá de preparación para la temporada de verano, en la que
se celebran la mayoría de las pruebas. ¿Defenderá su segunda plaza en el
Mundial? No lo sabe. Según cómo se encuentre, dice. Lo que sí es seguro es que,
cada día, seguirá trabajando en su empleo como jefe de producto en una empresa
de seguridad. Y, por supuesto, alternándolo con esa manía suya de convertirse
en un superhombre en sus ratos libres. Esa pasión tan personal que le ha
llevado a ser uno de los mejores biatletas del mundo.
Comenzó a nadar a los 4 años, deporte que armonizó con todos los que practicaban el resto de chicos y chicas de su edad, como el fútbol, el baloncesto… Pero él tenía claro que era un nadador, y pronto empezó su andadura en el Canoe, club en el que estuvo hasta los 13 años, cuando se fue al Martins de Moratalaz, donde conoció a fondo el mundo del atletismo, ya que allí entrenaba el club Larios. Eso le hizo engancharse al atletismo, y no fueron pocas las ocasiones en las que practicaba ambas disciplinas. La suma de la pasión por los dos deportes le hizo, años más tarde, embarcarse en la aventura que, a sus casi 35 primaveras, le ha llevado a coronarse como el segundo mejor biatleta moderno del mundo en la prueba celebrada en el mes de octubre en Sofía (Bulgaria). Se trata de Marcos Mendiola, y vive en San Fernando de Henares (Madrid).
El biatlón moderno es una disciplina que combina la natación y el atletismo, en una secuencia de de tres fases: un kilómetro y medio corriendo, seguido de una carrera a nado de entre 300 y 400 metros y de una última carrera a pie de otro kilómetro y medio. En definitiva, se trata de un deporte muy ex-
plosivo, que requiere del biatleta una gran capacidad física combinada con el aguante necesario para no medir mal los esfuerzos en unas pruebas de unos 12 o 13 minutos en las que la medición equivocada de las propias fuerzas es el inicio del fracaso. La dureza de la prueba es evidente: “Es un cambio muy brusco, porque pasas de tener toda la sangre en los brazos para pasarla a las piernas, y las primeras veces no te reaccionan bien”.
Aunque parezca extraño, Mendiola se dejó seducir en primer lugar por el triatlón, deporte en el que sigue compitiendo actualmente, entre prueba y prueba de biatlón: “Empecé a despuntar y tras hacer tres o cuatro pruebas me llamaron del Centro de Alto Rendimiento, donde entrenaba la selección española de triatlón”. Pero después de 5 años de un gran esfuerzo físico –practicaba natación, atletismo y bicicleta a la vez que trabajaba-, Mendiola decidió que debía tomarse un respiro: “Me dediqué a hacer una vida laboral, pero compaginando el triatlón como hobby. Pasé más tiempo con la familia, tuve vida social y eso lo combiné con el deporte”. A partir de ese momento, se centró en seleccionar determinadas carreras –empezó con el triatlón y después se sumó también al biatlón- en las que competir, y la fórmula no le falló: “De momento no me va mal”. Actualmente, se siente mucho más cómodo, ha alcanzado la madurez deportiva y ha apr
endido a disfrutar de su hobby y a sentirse como cuando tenía 20 años. De hecho, en la plenitud de su carrera ha sido cuando ha conseguido un segundo puesto en un mundial de biatlón, un hito para hombre con sus condicionantes.
La experiencia ha sido gratificante porque no pensaba que estaba tan bien como realmente creía: “Había sufrido una caída en el mes de agosto haciendo un triatlón y me hice daño en el coxis”. Eso le hizo perder una valiosa semana de entrenamiento y consiguió hacerle dudar sobre sus opciones. Además, la forma de entrar en el mundial, casi de rebote –la Federación española no pensaba llevar ningún representante a Sofía y aceptó la propuesta de Mendiola, que no se había clasificado entre los dos primeros del Campeonato de España, requisito en teoría imprescindible-, añadió un punto de hazaña y de épica su participación, que tuvo que sufragarse de su propio bolsillo, algo que le costó unos 800 euros. Pero las sensaciones fueron buenas desde el inicio de la prueba.
Se encontró bien al salir, creció durante la prueba y tras subir del quinto al segundo puesto en la fase de natación, no se dejó adelantar hasta el final de la prueba: “Crucé la línea de meta satisfecho porque lo había dado todo, y un deportista, cuando sabe que lo ha dado todo, es cuando más contento está”. De esta forma, se hizo con la única medalla que le faltaba -ya la había conseguido en todos los grandes campeonatos regionales, españoles y europeo, aunque en el Mundial su mejor posición hasta el momento había sido la quinta- y se cobró de un plumazo todos los sufrimientos de una vida sacrificada y con una dedicación casi romántica al deporte.
Vivir constantemente en la dualidad deporte-trabajo le ha enseñado a optimizar el tiempo que dedica a sus entrenamientos y a no saturarse en la preparación física. Parece fácil, pero no lo es: “Hacer esto es muy complicado, porque la fase que es más importante, la del descanso, te la pasas trabajando”, afirma Mendiola. En su caso, el apoyo de la familia fue fundamental para seguir adelante: “Mi familia y mi mujer me comprenden y me apoyan a tope, y eso es muy importante porque si no, es imposible”. Otro aspecto es el económico, en el cual ha salido perdiendo a lo largo de los años, aunque arañando becas, ayudas y premios por carreras se siente un privilegiado y piensa que en su caso, “está lo comido por lo servido”. De hecho, el segundo puesto obtenido en Sofía le permitirá recuperar el dinero gastado para acudir al Mundial. No obstante, todos los hándicap con los que cuenta a la hora de disfrutar de su hobby no le hacen perder la humildad: “Cada uno elige su vida y yo he querido hacer esto. Para mí, lo más bonit
o de todo esto es la admiración de mi familia y de mi gente”.
La primera Copa del Mundo de Triatlón, que disputó en 2001 en Sevilla y en la que se le olvidaron las zapatillas especiales para la bicicleta –acabó comprando unas horas antes de su participación en una gran superficie- quedan ya lejos, pero nunca en el olvido: “Recuerdo esas cosas con cariño, como algo increíble”. Son las anécdotas de un deporte, que con todo el mundo que le rodea, atrajo a Mendiola a una espiral de amor y trabajo de la que no ha podido salir.
El próximo Mundial de Biatlón, que se celebrará, casi con toda seguridad, en Alejandría (Egipto) está a casi un año de distancia, y Mendiola, que si bien no lo borra de su mente, concentra en la actualidad todos sus esfuerzos en entrenar para disputar la San Silvestre vallecana y una media maratón en Miami a finales de enero. El año 2012, en un nuevo equipo, le servirá de preparación para la temporada de verano, en la que se celebran la mayoría de las pruebas. ¿Defenderá su segunda plaza en el Mundial? No lo sabe. Según cómo se encuentre, dice. Lo que sí es seguro es que, cada día, seguirá trabajando en su empleo como jefe de producto en una empresa de seguridad. Y, por supuesto, alternándolo con esa manía suya de convertirse en un superhombre en sus ratos libres. Esa pasión tan personal que le ha llevado a ser uno de los mejores biatletas del mundo.
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