Pedro delgado recuerda el escatológico momento que arruinó un Tour de Francia de 1985 al ciclista estadounidense y facilitó la victoria final de Hinault
“Pedro, ¡qué peste!, me dijo un gregario, no hay quien pare al lado de Lemond, se ha cagado encima"
Una de esas anécdotas tiene como protagonista a Greg Lemond en el Tour de Francia de 1985, una edición en la que el estadounidense fue segundo a 1’42’’ de Bernard Hinault y que posiblemente perdió por culpa de una gastroenteritis.
Pedro Delgado es uno de los mejores ciclistas españoles de la historia y, posiblemente, el mejor contandor de anécdotas de su etapa como corredor profesional. En ‘A golpe de pedal’, su libro autobiográfico escrito por Julián Redondo, se recogen decenas de momentos vividos por el ganador del Tour de Francia en 1988, muchos de ellos en la ronda francesa.
Una de esas anécdotas tiene como protagonista a Greg Lemond en el Tour de Francia de 1985, una edición en la que el estadounidense fue segundo a 1’42’’ de Bernard Hinault y que posiblemente perdió por culpa de una gastroenteritis con la que tuvo que lidiar en mitad de una etapa.
Un corredor que no estaba luchando por el triunfo final se habría retirado pero Greg Lemond quería ganar su primer Tour de Francia y decidió seguir. Perico Delgado fue protagonista de esa complicada etapa que vivió el estadounidense y la narra con la gracia que le caracteriza el ciclista segoviano.
![[Img #55456]](https://diariodeltriatlon.es/upload/images/02_2023/149_1.jpg)
“Es lo que se llama una historia marrón. Era una etapa de la primera semana, una etapa llana. No había grandes inconvenientes, pero al final empezó a soplar aire de costado. Se formaron los típicos abanicos y Lemond, uno de los favoritos, compañero de equipo de Bernard Hinault en la Vie Claire, tuvo problemas. Corredores como él están siempre muy controlados por el pelotón. Es bueno estar cerca de ellos, siempre que hay un corte o cualquier situación rara, sobre todo en etapas llanas y con viento, está bien ir a su lado, porque si son ellos quienes se quedan cortados entran rápidamente a colaborar y su equipo se queda a esperarlos. Sin embargo, precisamente en esa jornada todos huían de su lado”, narra el ganador del Tour de Francia de 1988 que ese año se subió por primera vez al ‘top 10’ en París.
Los rivales de Lemond no sabían lo que le pasaba al ciclista estadounidense que se fue quedando cortado por culpa del viento y los abanicos. Un compañero de Perico Delgado le contó la escatológica situación que vivió junto a Lemond y que el segoviano no terminaba de creerse.
“Pedro, ¡qué peste!, me contó uno de mi equipo que llegaba desde atrás. ¡Tío, no hay quien pare al lado de Lemond!. Yo le pregunte ¿Y eso? ¡Buaff! No veas como viene. Estaba intentando cagar y se lo ha hecho encima. ¡No fastidies! ¡Habrá parado un momento!
¡Sí, con estos abanicos iba a pararse! ¡Y a la velocidad que vamos! Bueno, primero lo intentó hacer en la gorra y se puso perdido; y con el aire ha pringado a uno de sus compañeros. ¡Asqueroso, oye! Ya verás, está ahí detrás con tres gregarios. Y no veas la cara que llevan ellos. Le van empujando porque no hay quien pase por su lado.
![[Img #55457]](https://diariodeltriatlon.es/upload/images/02_2023/2318_2.jpg)
Pese a lo dramático de la situación, porque la carrera estaba en juego, en torno a Lemond se montó un cachondeo que para qué.
Tío, vete para adelante, escápate, joder!- le decían unos.
O te escapas o te quedas atrás, pero por aquí no vengas -le gritaban otros.
En sus proximidades se formó un gran vacío, sólo cubierto por los dos o tres compañeros que le quedaban. Todo eran risas, pero continuaban los abanicos. Cuando la situación se fue normalizando, tuve ocasión de verle y me fijé, porque me había quedado con la copla; el pobre hombre estaba hecho polvo y perdidito: el culotte, las piernas, la bicicleta chorreaban”, narra el genial Perico Delgado.
Pedro Delgado es uno de los mejores ciclistas españoles de la historia y, posiblemente, el mejor contandor de anécdotas de su etapa como corredor profesional. En ‘A golpe de pedal’, su libro autobiográfico escrito por Julián Redondo, se recogen decenas de momentos vividos por el ganador del Tour de Francia en 1988, muchos de ellos en la ronda francesa.
Una de esas anécdotas tiene como protagonista a Greg Lemond en el Tour de Francia de 1985, una edición en la que el estadounidense fue segundo a 1’42’’ de Bernard Hinault y que posiblemente perdió por culpa de una gastroenteritis con la que tuvo que lidiar en mitad de una etapa.
Un corredor que no estaba luchando por el triunfo final se habría retirado pero Greg Lemond quería ganar su primer Tour de Francia y decidió seguir. Perico Delgado fue protagonista de esa complicada etapa que vivió el estadounidense y la narra con la gracia que le caracteriza el ciclista segoviano.
“Es lo que se llama una historia marrón. Era una etapa de la primera semana, una etapa llana. No había grandes inconvenientes, pero al final empezó a soplar aire de costado. Se formaron los típicos abanicos y Lemond, uno de los favoritos, compañero de equipo de Bernard Hinault en la Vie Claire, tuvo problemas. Corredores como él están siempre muy controlados por el pelotón. Es bueno estar cerca de ellos, siempre que hay un corte o cualquier situación rara, sobre todo en etapas llanas y con viento, está bien ir a su lado, porque si son ellos quienes se quedan cortados entran rápidamente a colaborar y su equipo se queda a esperarlos. Sin embargo, precisamente en esa jornada todos huían de su lado”, narra el ganador del Tour de Francia de 1988 que ese año se subió por primera vez al ‘top 10’ en París.
Los rivales de Lemond no sabían lo que le pasaba al ciclista estadounidense que se fue quedando cortado por culpa del viento y los abanicos. Un compañero de Perico Delgado le contó la escatológica situación que vivió junto a Lemond y que el segoviano no terminaba de creerse.
“Pedro, ¡qué peste!, me contó uno de mi equipo que llegaba desde atrás. ¡Tío, no hay quien pare al lado de Lemond!. Yo le pregunte ¿Y eso? ¡Buaff! No veas como viene. Estaba intentando cagar y se lo ha hecho encima. ¡No fastidies! ¡Habrá parado un momento!
¡Sí, con estos abanicos iba a pararse! ¡Y a la velocidad que vamos! Bueno, primero lo intentó hacer en la gorra y se puso perdido; y con el aire ha pringado a uno de sus compañeros. ¡Asqueroso, oye! Ya verás, está ahí detrás con tres gregarios. Y no veas la cara que llevan ellos. Le van empujando porque no hay quien pase por su lado.
Pese a lo dramático de la situación, porque la carrera estaba en juego, en torno a Lemond se montó un cachondeo que para qué.
Tío, vete para adelante, escápate, joder!- le decían unos.
O te escapas o te quedas atrás, pero por aquí no vengas -le gritaban otros.
En sus proximidades se formó un gran vacío, sólo cubierto por los dos o tres compañeros que le quedaban. Todo eran risas, pero continuaban los abanicos. Cuando la situación se fue normalizando, tuve ocasión de verle y me fijé, porque me había quedado con la copla; el pobre hombre estaba hecho polvo y perdidito: el culotte, las piernas, la bicicleta chorreaban”, narra el genial Perico Delgado.
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