Asegura que era un fantástico regulador del ritmo cardiaco que solía utilizar a 50 kms de meta "para volar"
El 'dopaje' de Bahamontes consistía "en una petaca a la española con dos cafés, media copa de coñac y un chorrito de colastier"
Federico Martín Bahamontes fue el primer ganador español en el Tour de Francia. El ‘Águila de Toledo’ ganó la edición de 1959 y fue segundo en 1963, siendo superado por el pentacampeón Jacques Anquetil.
En el ciclismo moderno siempre ha estado presente el azote del dopaje pero cuando se le pregunta por este tema a Bahamontes cuando él competía en la década del 50 y 60 su respuesta es clara y contundente. La leyenda del ciclismo español tiene claro que en su generación los ciclista no se dopaban y que él tenía un ‘pócima mágica’ que llevaba en una petaca que se metía en su maillot.
“¿Dopaje? Yo corría a base de carajillos. Yo no me fiaba de nadie. Es más, me preparaba mi propia 'bomba'. Al margen del bidón de agua, café o té, en una petaca de aluminio, que llevaba en mi bolsillo trasero, me preparaba un mejunje, que era una especie de carajillo: dos cafés, media copa de coñac y un chorrito de Colastier, un regulador del ritmo cardiaco. Cuando faltaban 50 kilómetros para la meta, yo sacaba mi petaquita y ¡zas! para dentro. Volaba.”, comenta el ciclista toledano.
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El ‘Águila de Toledo’ ha sido uno de los mejores ciclistas españoles de la historia pero lo tuvo complicado para dedicarse a este deporte ya que su padres se negaban y tenía que entrenar a escondidas cuando estos se echaban la siesta. Durante tiempo tuvo que estar compaginando el trabajo y el ciclismo sin que sus padres lo supiesen.
“Mis padres no me dejaban que fuese ciclista. Tenía que entrenarme cuando ellos se echaban la siesta. Luego, trabajaba en el mercado por la mañana, de seis a diez, bajaba a casa, almorzaba y me servía del estraperlo para entrenar porque iba en bicicleta a por el pan, la harina, los garbanzos. También comía lo que pillaba por ahí en los pueblos.
Bahamontes recuerda que comenzó a montar en bici de forma más habitual en 1947, cuando ya tenía 19 años. Ese año se apuntó a una carrera aficionada con una bicicleta de paso y la ganó, comenzándose a escribir la leyenda de ‘El Águila de Toledo’. “Empecé a andar en bici un 18 de julio del 47. Me apunté a una carrera aficionada de casualidad y la gané con una bicicleta de paseo
Federico Martín Bahamontes fue el primer ganador español en el Tour de Francia. El ‘Águila de Toledo’ ganó la edición de 1959 y fue segundo en 1963, siendo superado por el pentacampeón Jacques Anquetil.
En el ciclismo moderno siempre ha estado presente el azote del dopaje pero cuando se le pregunta por este tema a Bahamontes cuando él competía en la década del 50 y 60 su respuesta es clara y contundente. La leyenda del ciclismo español tiene claro que en su generación los ciclista no se dopaban y que él tenía un ‘pócima mágica’ que llevaba en una petaca que se metía en su maillot.
“¿Dopaje? Yo corría a base de carajillos. Yo no me fiaba de nadie. Es más, me preparaba mi propia 'bomba'. Al margen del bidón de agua, café o té, en una petaca de aluminio, que llevaba en mi bolsillo trasero, me preparaba un mejunje, que era una especie de carajillo: dos cafés, media copa de coñac y un chorrito de Colastier, un regulador del ritmo cardiaco. Cuando faltaban 50 kilómetros para la meta, yo sacaba mi petaquita y ¡zas! para dentro. Volaba.”, comenta el ciclista toledano.
El ‘Águila de Toledo’ ha sido uno de los mejores ciclistas españoles de la historia pero lo tuvo complicado para dedicarse a este deporte ya que su padres se negaban y tenía que entrenar a escondidas cuando estos se echaban la siesta. Durante tiempo tuvo que estar compaginando el trabajo y el ciclismo sin que sus padres lo supiesen.
“Mis padres no me dejaban que fuese ciclista. Tenía que entrenarme cuando ellos se echaban la siesta. Luego, trabajaba en el mercado por la mañana, de seis a diez, bajaba a casa, almorzaba y me servía del estraperlo para entrenar porque iba en bicicleta a por el pan, la harina, los garbanzos. También comía lo que pillaba por ahí en los pueblos.
Bahamontes recuerda que comenzó a montar en bici de forma más habitual en 1947, cuando ya tenía 19 años. Ese año se apuntó a una carrera aficionada con una bicicleta de paso y la ganó, comenzándose a escribir la leyenda de ‘El Águila de Toledo’. “Empecé a andar en bici un 18 de julio del 47. Me apunté a una carrera aficionada de casualidad y la gané con una bicicleta de paseo
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