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Miércoles, 03 de Marzo de 2021
La olímpica en 2004 y varias veces medallista mundial y europea pasará a la historia por un momento de su vida que no habría aguantado el 99% de los seres humanos

Pilar Hidalgo, la triatleta que aguantó 280 pulsaciones durante media hora

Su corazón no pudo más. Aquel domingo, aquella tarde de domingo, llegó a las 280 pulsaciones "durante media hora" que a ella, a Pilar Hidalgo (Cee, A coruña, 1979) se le hizo eterna. Tenía 30 años y sueños de triatleta de elite por cumplir. Todavía creía en los Juegos Olímpicos de Londres para sacarse la espina del 13º puesto de los de Atenas 2004. Pilar era una de las grandes referencias de nuestro triatlón y pasará a la historia, además, por haber aguantado un ritmo cardiaco que habría sido mortal para el 99% de los seres humanos. Así se lo contó al diario Público

 

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Sus días eran casi todos iguales. “A las siete de la mañana ya estaba tirándome al agua para nadar en la piscina”. Aceptaba esa esclavitud como la que más, porque entonces ella misma pensaba que “no podía vivir de otra manera”. Estaba concentrada en los Pirineos y ese domingo participó en el triatlón de Puigcerda sin otra ambición que la de sumar uno más. Pero entonces su corazón se separó de sus sueños y se tomó la revancha de tantos años de sacrificio. El drama la hizo pensar en la muerte.

 

La triatleta gallega recuerda que "sentía el pecho tan oprimido que hasta tuve que quitarme el bañador. Luego, en la ambulancia se pensaron que era un ataque de ansiedad, y me pusieron una bolsa de plástico".

 

"Tuve que bajarme de la bicicleta. No me llegaba el oxigeno al músculo. Sentía el pecho tan oprimido que hasta tuve que quitarme el bañador. Luego, en la ambulancia se pensaron que era un ataque de ansiedad, y me pusieron una bolsa de plástico. Pero una vez que llegué al hospital toda la sección de Urgencias se tuvo que poner conmigo. No había manera de encontrarme el pulso. Me iba. Sentía que me moría y yo trataba de convencerme de que era pronto para morirme”, continúa con un relato que, pese a los años, se hace estremecedor. "Al final, tuvieron que evacuarme en helicóptero a un hospital de Barcelona, donde me ingresaron directamente en la UCI",  recuerda Pilar a Público.es.

 

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Su vida dio un giro radical entonces: "Me quitaron de hacer lo único que sabía hacer de la noche a la mañana. De pronto, tuve que enfrentarme a una pregunta muy seria: ‘¿qué hago?’, ‘¿a qué me dedico ahora?’” Hoy, han pasado diez años, Pilar tiene 41 y es madre, pero no ha sido capaz de derrotar totalmente al miedo. “Ha pasado tiempo y yo me encuentro bien, hago la vida normal, pero yo ya no me fío de un corazón tan atípico como el mío". 

 

No se olvida de su corazón, que no se portó bien con ella y siempre le quedará esa sombra, esa sospecha: “Me quitaron de hacer lo único que sabía hacer de la noche a la mañana. De pronto, tuve que enfrentarme a una pregunta muy seria: ‘¿qué hago?’, ‘¿a qué me dedico ahora?’” Y tuvo miedo, quizá lo más lógico. Si volviera a nacer no haría eso".

 

Entrenos inhumanos 363 días al año

 

“Eran entrenos inhumanos cada día, cada hora 363 días al año peleando contra mi cuerpo, incluso contra mi salud. Días en los que orgánicamente no me encontraba bien y seguía. Mañanas en las que amanecía con fiebre y aun así me tiraba a la piscina. Pero yo creía que sólo valía para eso", explica. 

 

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La realidad es que Pilar tenía un gran talento. Fue, incluso, campeona del mundo sub-23. Acababa de ganar una prueba de la Copa de Europa en Varna, en Bulgaria, hasta que se vio luchando a solas frente a la muerte en la cama de un hospital: "No podía ni hablar. Estaba concentrada en mi respiración, en aguantar la carrera más dura de mi vida. Me acuerdo que luego, en el propio hospital, escribí una carta y sólo de recordarla todavía se me caen las lágrimas".

 

El triatlón apareció de manera natural en su vida: "Empecé a ganar carreras de barrio en natación y de ahí fui a la selección. Y ganar empezó a parecerme fácil. Y cuando quise darme cuenta ya no sabía vivir de otra manera. Y cuando quise darme cuenta ya no sabía vivir de otra manera". 

 

Ni siquiera supo hacer caso a su corazón que claro que ya le había avisado varias veces antes del durísimo día que casi explota en Puigcerdá: "Los primeros síntomas empezaron el verano de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. A raíz de entonces, empecé con cosas raras, taquicardia y demás, pero no lo dejé, porque somos así. Era feliz así. Había estudiado prótesis dental un poco por seguir la inercia de mi familia, en la que hay muchos odontólogos, pero yo prefería mi vida, mi deporte, mi línea de meta2.

 

Cree que su carrera no llegó a done su talento merecía: “No llegué todo lo lejos que podría haber llegado”

 

Fuente: Público
 

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